Un día la Su Majestad,
de
quien la Condesa de
Vilches era muy
amiga,
invitó a toda la
realeza a tomar el té a
palacio.
En plena
tertulia, y sabedora del
talento de la condesa
para las adivinanzas,
Su
Majestad la invitó a
improvisar algunas para
entretener un poco a los
aburridos invitados.
Ella aceptó de buena gana.
Comienza entonces la
condesa a echar un vistazo
alrededor de la espléndida
sala donde estaban
reunidos, llena de hermosas
pinturas y lujosos adornos
de toda índole.
De
repente, se fija en un
cuadro de la Reina
montando a caballo,
y dice:
“Ya está. Ahí va la primera:
Es
GRANDE, ENHIESTO, BRIOS
O, Y ENTRE LAS PIERNAS DE
LA MUJER SE PONE
NERVIOSO”.
“¡La Verga!”
Se oyó exclamar en el salón a una voz
estentórea y aguardientosa.
Se trataba del Marqués de Villafuerte…
hombre obeso y tosco conocido por soez y
prepotente,
pero que era muy respetado por
el gobierno de Su Majestad a causa de ser un
excesivamente rico y poderoso.
“¡Oh, Dios mío! Es usted un mal educado y un
vulgar.
¿Cómo se le ocurre? ¿Cómo se atreve?”
Expresó de inmediato, con gran
indignación la
Condesa,
“Jiménez, por favor
tráigame mi capa y mi sombrero que
me retiro”, pidió dirigiéndose al
mayordomo de Palacio.
“Oh no, discúlpenlo por favor
damas, condesa. Denle otra
oportunidad al marqués”,
se
apuraron a suplicar varios invitados
(los cuales eran deudores del
Villafuerte, dicho sea de paso)”.
“Sí
amiga, perdona esta pequeña
insolencia del nuestro amigo el
marqués”, solicitó en voz alta la
reina, y le susurró al oído “Recuerda
que necesito de su apoyo”
“Bueno, por esta vez lo
disculpo, pero que no se
repita”, cedió la condesa.
Siguió entonces el juego…..
La duquesa nota una bella sortija de
matrimonio en la mano de una de las
invitadas y se inspira para decir :
“ES
REDONDA, SOBERBIA, BRILLANTE, Y NO HAY
MUJER A LA QUE NO LE ENTRE COMO UN
GUANTE”.
“¡LA VERGA!”
Vuelve a exclamar el protervo marqués sin dudar ni un
segundo.
“Oh, ¡esto... esto es espantoso, es inadmisible e
imperdonable!
Jiménez, tráigame ahora sí mi capa y
sombrero que me voy”.
La condesa ya gritaba de enojo.
“No, hombre, no se enoje condesa,
le recuerdo que soy
gente de campo”,
comentó Villafuerte a manera de disculpa
con esa desagradable voz y su actitud siempre desafiante.
Todos los invitados ruegan para el marqués una última
oportunidad.
“Amalia, por favor……
”, suplica la reina
mientras retenía con delicadeza el brazo de la condesa.
“Bueno, pero será la ÚLTIMA VEZ que soporto una
impertinencia de esta laya”. La Duquesa cedía ahora con un
severo rictus facial.
Va otra adivinanza
La Duquesa observa entonces a un invitado
metiendo una galleta dentro de la taza de su
té y pregunta a su auditorio:
“ENTRA SECA Y
ESPONJOSA Y SALE MOJADA Y BABOSA”
“Jiménez, mi capa y mi sombrero, qué
me largo”
Vociferó de súbito Villafuerte
¡¡¡PORQUE
CHINGO A MI MADRE SI NO ES LA VERGA!!!
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